DIEGO ARIAS DÁVILA

← Volver a Lista de Personajes

DIEGO ARIAS DÁVILA

Fecha de nacimiento: 1405
Fecha de defunción: 15 de enero de 1466

Linaje Contador Mayor Enrique IV

Diego Arias Dávila inició su ascenso social a partir de los años treinta del siglo XV como regidor en Segovia. Por estas fechas, hacia 1435, Luis de Salazar y Castro le citaba como mayordomo mayor de Juan de Silva, futuro Conde de Cifuentes, regidor y notario mayor de Toledo. En su monografía sobre Enrique IV, y hablando de mediados de los años 40, Luis Suárez le menciona:

“Una nueva e importante adquisición se había hecho para el equipo del príncipe, Diego Arias Dávila... A este personaje pudo el príncipe encomendar la administración de los copiosos fondos que estaba allegando”.

Valga como introducción a nuestro personaje una mención a las coplas que le dedicó Gómez Manrique, una de las figuras más respetadas de aquel reinado tumultuoso.  En la introducción en prosa hace una primera referencia a los múltiples quehaceres que agobiaban al contador al decir: “E porque toda fabla o escriptura prolixa, puesto sea buena, es enojosa aún a los oçiosos, ved que fará la no tal a los que de todo oçio como vos careçen” y termina la introducción deseándole que “Tenga Nuestro Señor vuestra onrrada persona e casa en su protección”.  

En la introducción expresa Gómez Manrique su intención moralizante al escribir estas coplas, a la vez que declara su amistad y consideración por el destinatario:

E tú, buen señor, a quien 

el presente va tratado

no polido nin limado

a tu requesta enviado

nótalo, nótalo bien,

no considerando, no,

en mis defectos,

mas en los consejos rectos,

sy te do.

Y sigue:

Porque no mires mis pasiones

Y grandes viçios que sigo,

tú, señor e grande amigo;

mas nota bien lo que digo

pospuestas adulaciones,

por lo qual mis atavíos

valen menos,

e nin tengo cofres llenos

nin vazíos

A continuación, pasa a desgranar sus consejos al contador, comenzando por hacer una previsión de los tiempos duros que se acercan. Hay que tener en cuenta que estas coplas se compusieron, muy probablemente, entre 1460 y 1462, cuando una parte de la nobleza empezaba ya a mostrar su desafección por el rey y a formar ligas y monipodios que al cabo concluirían en abierta rebelión.

En esta mar alterada 

por do todos navegamos,

los deportes que pasamos,

si bien lo consideramos,

no duran más que roçiada.

¡oh, pues, tú, onbre mortal, 

mira, mira, 

la rueda quan presto gira

mundanal.


Pues tú no te fies ya

en la mundana privança, 

en riquezas nin puxança, 

que con pequeña mudança

todo te fallecerá; 

y los tus grandes amigos

con favor,

te serán con disfavor

enemigos

 

Bien asy como dexaron

al pujante condestable;

en le syendo variable 

esta Fortuna mudable,

munchos le desanpararon; 

fues fazer deves con mando

tales obras,

que no temas las zozobras

no mandando.

De las cuarenta y siete estrofas que tienen estas coplas buena parte nos remiten a la fugacidad de la vida y a la necesidad de hacer méritos y ser justos para alcanzar la estima de los contemporáneos, pues el poder es pasajero. La cita a D. Álvaro de Luna no puede venir más a cuento. 

En otros pasajes, de forma más explícita, se refiere a la mala fama que tienen que soportar, hasta el día de hoy, todos los ministros de Hacienda y a los abusos de sus servidores y funcionarios. Y así dice:

E castiga los cohechos

que fazen arrendadores

a los tristes labradores, 

que sabrás que son mayores

que sus tributos y pechos …

 

En el tiempo que prestado

aqueste poder tovieres,

afana quanto pudieres

en aquello que devieres, 

por ser de todos amado; 

que fallarás ser partido

peligroso

aun al muncho poderoso

ser temido

 

Pero cree que todo ello no puede ser responsabilidad de su amigo, y le exculpa al decir:

Que tú seyendo ynorante

de lo tal, como lo creo,

según lo que de ti veo,

algunos te fazen reo

e reputan por culpante; 

mas yo dudo de tu seso

que mandase

que bien e mal  se pesase

con un peso

Terminamos esta cita con dos estrofas en las que, casi proféticamente, anuncia los malos tiempos que se avecinan:

Pues los ricos ofiçiales

de las casas de los reyes, 

aunque grandes tenés greyes,

no sin dubda d’estas leyes

soys agenos, mas parçiales;

provarlo quiero contigo

que serás,

si la verdat me dirás,

buen testigo

Que fartos te vienen dias

de congoxas tan sobradas, 

que las tus ricas moradas

por las choças e ramadas

de los pobres trocarías; 

que so los techos polidos

y dorados

se dan los buelcos mezclados

con gemidos

  Dejemos los testimonios literarios para continuar relatando la vida del contador en base a los documentos del Archivo de los Condes de Puñonrostro. 

   El 5 de septiembre de 1440 Diego Arias asistió, como regidor, al recibimiento del príncipe Enrique como señor de Segovia y su tierra. En 1443, aparece ya como secretario de Juan II, escribano de cámara y secretario del príncipe. A partir de 1450 le vemos como contador mayor del príncipe Enrique. Durante este periodo apreciamos que es una pieza importante en las bazas que juega el príncipe de Asturias en su oposición a D. Álvaro de Luna, valido de Juan II.

    Ya en 1444 el Príncipe D. Enrique declaró a su secretario Diego Arias hidalgo de solar conocido, haciéndole noble. El 19 de junio de 1445 (Medina de Rioseco) Juan II le hizo la merced de nombrarle su secretario y escribano de cámara, de la que le dio carta de privilegio y confirmación el 10 de septiembre de 1447 (Soria).  En esta última le concedía, además, para él y sus descendientes y criados, la exención de pechos; le eximía también de realizar oficios onerosos (empadronador, cogedor, pesquisidor, contador de concejo, receptor, etc.) a la vez que le liberaba de la obligación de ir en hueste, salvo que se le convocara para ir con la persona del rey.  Con ello, le concedía carta de seguro para poder desplazarse por sus reinos, bajo su amparo. Otras mercedes acompañaban a las referidas.

  No obstante, fue a partir de 1454, con la muerte de Juan II y el ascenso al trono de Enrique IV al trono, cuando los cargos se acumularon en su persona: contador mayor del rey, contador del Principado de Asturias y del maestrazgo de Santiago, contador de las mercedes, miembro del Consejo Real, secretario del Rey, escribano mayor de los privilegios y confirmaciones, procurador en Cortes por Segovia, regidor de Segovia por el estado de los caballeros y escuderos, regidor de Madrid y Toledo, etc.  

Algunos de los oficios mencionados se recogen en estas dos provisiones del año 1454, primero del reinado de Enrique IV:

ACP (PU A-1g): Real provisión de Enrique IV nombrando a Diego Arias de Ávila su contador mayor, secretario y escribano mayor de los privilegios y confirmaciones, como persona de su confianza (Monasterio de la Almedilla, 6 de septiembre de 1454)

ACP (PU A-1h): Real provisión de Enrique IV nombrando veedores y concertadores de los privilegios, cartas y sentencias de todo el reino a Diego Arias Dávila, su contador mayor, y al relator Fernando Díaz de Toledo. Aunque tiene firma real y refrendo, sería sustituida por la provisión anterior

 Para valorar adecuadamente el papel principal que Diego Arias tuvo en el entorno del rey y de la Corte bastará la mención de tres documentos incluidos en la colección diplomática de D. Enrique IV, tomo segundo de las Memorias del mencionado rey, publicadas por la Real Academia de la Historia en 1835.

En la primera, que contiene las capitulaciones matrimoniales entre Enrique IV y Juana de Portugal, hermana de Alfonso V, datada en Segovia el mes de febrero de 1455, Diego Arias refrenda el documento, firmando a continuación del rey.

  La segunda es una carta de confederación y amistad (Segovia 29 mayo 1457) entre Enrique IV y un grupo de personas muy allegadas a las que recibía por sus “especiales e buenos e muy leales servidores” y se obligaba a guardar y defender “vuestras personas e casas e honores e estados e rentas e heredamientos …  e vos honrare e non permitiré nin dare logar a que persona nin personas algunas vos fagan mal nin daño nin desaguisado…”  Este grupo selecto de íntimos del rey, que conformaría el equivalente a un gobierno, estaba formado por Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, Pedro Girón, maestre de Calatrava, Álvaro de Estúñiga, conde de Plasencia y Justicia Mayor, Juan Pacheco, marqués de Villena y mayordomo del Rey, Alfonso Pimentel, conde de Benavente, y Diego Arias Dávila.

   En una segunda carta de confederación, otorgada en Madrid a 3 de febrero de 1458, figuran los mismos personajes con una pequeña modificación:  ya no aparece el conde de Benavente, que fue sustituido por el conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco.

 Todos los acogidos bajo la especial protección del Rey eran miembros del Consejo Real y todos ejercerían un papel protagonista en su reinado, aunque no siempre de su lado ni en su defensa y ayuda.

 Durante estos años el rey requería los servicios de D. Diego Arias Dávila para misiones diferentes de las de contador mayor, su cometido principal y el que él tenía en mayor estima. La dedicación a estas misiones de confianza le impedía en numerosas ocasiones el exacto cumplimiento de sus obligaciones como contador, y el rey Enrique le reconocía su dedicación eximiéndole de responsabilidad por las faltas en que hubiera podido incurrir en la gestión de su hacienda. Hay que considerar, además, que al caer en poder de los rebeldes zonas importantes y muy productivas del territorio castellano se hacía imposible en ellas tanto la recaudación de tributos para los funcionarios del rey como el cobro de rentas.      

ACP (PU 110-22: Real provisión de Enrique IV dirigida a los concejos, corregidores etc. de todos sus reinos y señoríos ordenándoles que presten toda su ayuda a Diego Arias Dávila en todo lo que les ordenare, pues cumple con una misión que interesa a su servicio (Úbeda, 22 de septiembre de 1458)

Esta carta, datada en Úbeda a 22 de septiembre de 1458, en plena guerra de Granada, pudo tener que ver con la necesidad imperiosa del rey de conseguir subsidios y en especial una nueva bula de cruzada para la guerra contra los moros, pues durante los primeros años de su reinado Enrique IV reavivó la guerra de Granada  con varias campañas contra ese reino, aunque limitándolas a una guerra de desgaste que según su opinión debería hacer caer la ciudad, y según sus oponentes no daría ningún fruto sino solo pérdidas económicas y frustración del contingente militar.

 No podemos olvidar que el 9 de agosto de 1458 había muerto Calixto III el primer Papa Borgia, partidario de la política de acoso a los musulmanes - había intentado unir a las monarquías cristianas de Europa en una nueva cruzada para la reconquista de Constantinopla – y que ya había concedido a Enrique IV beneficios económicos para la guerra, y la elevación al solio pontificio de Pío II, en 19 de agosto del mismo año, al que se debía pedir la renovación de la bula y otros beneficios. Para negociar tales cuestiones, ¿quién mejor que el contador mayor del reino? Sabemos que la gestión dio buenos resultados pues Pío II confirmó de inmediato estas ventajas económicas, el 30 de noviembre de 1458.

 Las cuatro cartas que siguen se escribieron en un ambiente político muy diferente al de las anteriores. Recordemos que la infanta Juana, luego llamada la Beltraneja, había nacido el 28 de febrero de 1462, y en mayo el rey había convocado Cortes para jurarla como primogénita y heredera. Poco después de la jura, un grupo de nobles encabezado por el marqués de Villena había redactado un documento ante notarios y testigos protestando que el juramento había sido obtenido con fuerza y que muchos de los que lo habían prestado lo hicieron por miedo a perder su posición.  Este sería el comienzo de los conflictos que dieron lugar a la guerra civil. 

Por otra parte, el enfrentamiento con Aragón a causa de la herencia del príncipe de Viana y la guerra de Cataluña, donde los catalanes se hallaban en rebeldía y habían proclamado rey a Don Enrique, acatando la designación que en él había hecho su exmujer, Blanca de Navarra, había dado lugar a una intervención interesada de Luis XI de Francia que se ofreció como mediador entre Enrique IV y Juan II con el propósito de sacar provecho de la mediación. En la negociación intervinieron por parte del rey de Castilla Juan Pacheco, marqués de Villena, y Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo, parientes entre sí y más preocupados de sacar provecho para sí mismos que de defender los intereses de su rey. La sentencia arbitral del rey de Francia supuso para éste la adquisición del Rosellón y la Cerdaña en perjuicio de Aragón y la adjudicación de la herencia navarra a la hija menor de Juan II, Leonor, casada con Gastón de Foix, sobrino del monarca francés. El rey de Castilla que, de partida, había conquistado buena parte de Navarra y había sido proclamado príncipe de Cataluña, perdió sus conquistas y posición en estos dos territorios y tuvo que conformarse con la adquisición de la merindad de Estella, que nunca se le dio, y unas indemnizaciones de guerra cuyo cobro se señalaba a muy largo plazo. La falta de carácter de Enrique IV y la deslealtad de los negociadores, Pacheco y Carrillo, vendidos de antemano a Luis XI, propiciaron esta componenda que a nadie dejó satisfecho salvo al rey de Francia y a Villena que, por un protocolo secreto, casaba a su hijo, Pedro Portocarrero, con una hija bastarda del rey de Francia, recibiendo además de aquél una pensión anual de 12.000 doblas de oro. Diego Enríquez del Castillo, cronista de Enrique IV, nos dice que Carrillo y Pacheco “quisieron que en aquellas vistas, o más propiamente ciegas, el Rey quedase antes ofendido que honrado”. En estas circunstancias, mientras los miembros de su Consejo le traicionaban, el rey podía contar sin reservas con el apoyo incondicional de su contador mayor, al que iban dirigidas las cuatro cartas siguientes:

ACP (PU 112-10): Billete, totalmente autógrafo, de Enrique IV a Diego Arias de Ávila avisándole de que mandó a Alonso Pérez que llevase la carta que le presenta y le hablase sobre algunas cosas que debe creer y cumplir sin dilación (Burgos, 28 de febrero de 1463) 

La familiaridad del rey con su contador mayor queda de manifiesto en estas cuatro cartas.  En la primera, el billete es totalmente autógrafo del rey, sin intervención de secretario o pendolista. Está datada en Burgos, donde Enrique IV preparaba la entrevista que habría de tener en Fuenterrabía con Luis XI (en la que el rey sería traicionado por el arzobispo de Toledo y el marqués de Villena, sus negociadores). 

ACP (PU 110-22): Real cédula de Enrique IV a Diego Arias, su amigo, comunicándole que había mandado a Juan de Tordesillas y Pedro de Sagredo para que hablase con él, y ruega y manda que ponga en obra lo que le dijeran (Fuenterrabía, 5 de mayo de 1463)

Desde Fuenterrabía, donde se habían celebrado las vistas (4 de mayo), el rey le mandaba a Diego Arias esta cédula en que le llama amigo, quizá comparando su buena disposición con la de otros miembros felones del Consejo:

ACP (PU 112-11): Real cédula de Enrique IV a Diego Arias, su amigo, en que le acusa recibo de un cuento de mrs. que le mandó con su hijo. Ahora, de nuevo, le pide más dinero para pagar a la gente que va con él. Le agradece sus servicios y le dice que no tenga cuidado por ello (Calahorra, 27 de junio de 1463)

He aquí otra carta en la misma tónica que la anterior:

ACP (PU 112-29): Carta misiva de Enrique IV a Diego Arias de Ávila en la que le ruega que vaya a donde él se encuentra, sin detenerse, y que despache los privilegios y envíe con ellos a persona de confianza (Lerín, 11 de agosto de 1463)

Estas dos últimas cartas, posteriores a la entrevista de Fuenterrabía, nos hablan de las decepcionantes jornadas que debió pasar Enrique IV tras la entrevista, consciente de que había sido burlado y postergado. Según las palabras de Luis Suárez:

“Enrique pudo medir entonces la profundidad de los abismos de la traición. Sus breves estancias en Logroño y Lerín, esmaltadas de negociaciones fingidas, le desazonaron: acabó regresando a Segovia, el refugio encantado de sus decepciones, dejando al marqués y al arzobispo que rematasen la faena.  Los dos ministros concertaron lo que era una capitulación”.

 La actitud de los Arias Dávila durante estos sucesos, y aún antes, fue de cerrada defensa de los intereses del rey y de su preeminencia. Para corroborarlo, mostramos esta carta de solicitud de los procuradores presentes en las Cortes de Toledo de 1462 solicitando de Enrique IV que se hicieran perpetuos e irrevocables los oficios de contador mayor de Castilla, del Principado de Asturias, del Maestrazgo de Santiago, y otros, en la persona de Diego Arias y su hijo Pedro, en consideración a la lealtad y servicios prestados por ambos a la Corona. El documento incluye la firma de 31 procuradores, de los 36 que integraban la asamblea:

ACP (PU A-2h):  Carta de solicitud de los procuradores en las Cortes de Toledo de 1462 pidiendo la perpetuidad de los oficios de contador mayor y otros en la persona de Diego Arias y su hijo Pedro por sus servicios a la Corona (Toledo, 30 de julio de 1462)

En 1462 buena parte de la alta nobleza se había levantado contra el rey después de la jura de Doña Juana como heredera. Estas insubordinaciones, que en principio causaron solo pequeñas alteraciones, terminaron en guerra abierta entre los rebeldes y partidarios del monarca, con sus secuelas de violencia, desolación y con batallas campales, como la de Olmedo.

Los disturbios que asolaron Castilla durante casi una década dieron lugar a que, como ya se ha indicado, cada una de las facciones encontradas privara de las rentas y oficios en las tierras controladas por ellas a los fieles de la facción contraria.  Sin duda, las pérdidas para Diego Arias debieron ser enormes hasta el punto de que en su testamento testimoniaba que en el momento de casarse con María Palomeque, su tercera mujer, en 1465: “… porque de consuno ella e yo despues que casamos non ovimos ganado nin yo por mi parte valia dies maravedis … afuera de los bienes rayses que me han robado y tomado”.  El rey recompensó estas pérdidas otorgándole los bienes de Juan de Vivero, su ex contador mayor, y de Rodrigo de Bobadilla, criado de Juan Pacheco, que se habían rebelado contra su autoridad:

ACP (PU A-1d):  Real provisión de Enrique IV en la que reconociendo el gran apoyo que le ha prestado y le presta Diego Arias Dávila en las sublevaciones y guerras últimas, a consecuencia de las cuales su patrimonio ha sufrido menoscabo, le hace merced, como compensación, de los bienes que eran de Juan de Vivero, antes contador mayor y miembro de su Consejo, el cual se había pasado al campo de los rebeldes (Zamora, 27 junio 1465) 

ACP (PU A-1c): Real provisión de Enrique IV por la que, en retribución de los muchos y buenos y leales servicios prestados por su contador mayor, Diego Arias Dávila, le hace merced y donación por juro de heredad de los bienes raíces y muebles, oficios y demás heredamientos que fueron de Rodrigo de Bobadilla, criado de Juan Pacheco, marqués de Villena, en las villas de Bobadilla y Medina del Campo, al cual le fueron confiscadas por haberse rebelado contra el Rey (Salamanca, 1465)

  Sin duda, los disturbios y la inseguridad asociada, así como las notables pérdidas y menoscabos en su hacienda derivados de esta situación, debieron minar la salud del contador, que ya a finales de 1464 renunció a la contaduría mayor en su hijo Pedro.  Aunque el rey aceptó su renuncia le mantuvo su confianza, de manera que los documentos firmados por él, en adelante, serán considerados como válidos, junto a los de su hijo.

ACP (PU 110-37): Escritura de renuncia del cargo de contador mayor por Diego Arias a favor de su hijo Pedro (Olmedo, 21 diciembre 1464)

El 1 de enero de 1466, posiblemente el mismo día que murió, Diego Arias otorgó su último testamento:

ACP (PU 122-2): Testamento de Diego Arias Dávila, contador mayor del rey, otorgado en Segovia el 1 de enero de 1466.

En él ordenaba ser enterrado en el convento de Santa María de la Merced “en la capilla mayor del dicho monesterio, que yo fise e funde e hedifique de nuevo”. En otro pasaje solicitaba que se rezasen misas al tiempo que él fuera enterrado en el convento de la Merced y al Hospital de San Antonio. 

Citaba con sus nombres a 23 criados a los que se deberá pagar diferentes cantidades según su cometido y años de servicio. También legaba cantidades variables “a todos los otros mis criados e escuderos e pajes e onbres de pie que conmigo de continuo han benido e comen en mi casa de continuo, e a los que non he casado y de mi non han tenido ofiçios”. Esta frase, según analiza María Eugenia Contreras, es muy interesante por la conciencia que supone de comunidad con esos criados y de la obligación moral del señor de buscar para ellos una forma de vida y un cónyuge. Otras cantidades deja a las mujeres cristianas libres que estaban a su servicio, contemplando además ayudas para casamiento. 

Muerto pues Diego Arias, el 15 de enero de 1466 Enrique IV confirmó a Pedro Arias Dávila en los oficios que ostentaba su padre y dos días después, el 17 de enero, le concedió a él y a sus hermanos carta de finiquito de todas las cantidades que había recibido Diego en los cargos que tuvo a su servicio, siendo príncipe y después, en remuneración de sus señalados servicios y de los de sus hijos:

ACP (110-14):  Carta de finiquito otorgada por Enrique IV a los hijos de Diego Arias Dávila y a sus herederos y sucesores (Segovia, 17 de enero de 1466

Referencias Bibliográficas