Texto redactado por Luis Barrio Cuenca-Romero con referencias a la obra de Bethany Aram “La Apertura del Pacífico desde Panamá. Más allá de las leyendas”.
Isabel de Bobadilla y Peñalosa era hija del comendador Francisco de Bobadilla y Maldonado, corregidor que fue de varias ciudades de Andalucía, y hermano de Beatriz de Bobadilla, íntima amiga de Isabel la Católica, casada con Andrés Cabrera. Ambos eran dos de las personas más influyentes de la corte hasta el punto de que en la época corría un refrán que decía “Después de la reina de Castilla, la Bobadilla”. Como tal pertenecía a una familia enfrentada a los Arias Dávila desde el reinado de Enrique IV. Su madre era María de Peñalosa y Toledo, perteneciente a otra familia muy influyente en la corte.
Según Aram, parece ser que Isabel conoció a su futuro esposo, Pedrarias, en 1490, en Lisboa, durante las celebraciones por el matrimonio del heredero de Portugal con la hija primogénita de los Reyes Católicos. Ese mismo año se concertó su boda con él, a pesar de los recelos que mostraban ambas familias. Las capitulaciones fueron concertadas entre Francisco de Bobadilla, padre de la novia, y el obispo Juan Arias Dávila, tío del novio. En ellas se acordaba que el novio recibiría 1 cuento y medio en dineros o heredamientos. Además, el obispo debería constituir un mayorazgo para Pedrarias con todos sus bienes raíces, salvo quizá las heredades de Chinchón o Roda. También se acordaba que ocho días antes de las velaciones Don Francisco debería entregar a Pedrarias la torre de la Iglesia Mayor de Segovia, y si no lo hiciera debería pagar un cuento suplementario. Estas capitulaciones, en las que intervino Beatriz de Bobadilla, obtuvieron el consentimiento de la reina. El enlace supondría la reconciliación de las dos familias más influyentes en Segovia y en la Corte, enfrentadas hasta ahora.
Este enlace se realizó por fin en 1498 y solamente se vio amenazado a raíz de la muerte de Felipe el Hermoso, cuando los Cabrera y Bobadilla perdieron buena parte de su influencia en la corte. Fue entonces cuando Isabel se refugió en casa de sus tíos paternos. Pero finalmente volvió a su casa y, cuando en 1514 Pedrarias fue nombrado gobernador y capitán general de Castilla del Oro, le pidió al rey acompañar a su esposo pues no quería esperarle en Castilla, permiso que consiguió y que hizo que Pedro Mártir de Anglería, cronista real, en sus Décadas se refiriera a ella como “dama de espíritu varonil”.
La carta atribuida a Isabel de Bobadilla está incluida en las "Décadas del Nuevo Mundo" de Pedro Martir de Anglería. En ella se ensalza el carácter arrojado y varonil de la dama Isabel de Bobadilla, y se hace referencia a cómo expuso a Pedrarías, su esposo, su firme determinación de acompañarle más allá del mar.
"Amado esposo, me parece que nos unimos desde jóvenes con el yugo marital para vivir juntos, no separados. Adonde quiera que te lleve la suerte, ya entre las furiosas ondas del océano ya en horribles peligros de tierra, sábete que te he de acompañar yo. Ningún peligro puede amenazarme tan atroz, ningún género de muerte puede sobrevenirme, que no sea para mi más llevadero, que el vivir separada de ti, por tan inmensa distancia. Es preferible morir una vez y que me echen al mar para que me coman los peces o a la tierra de los caníbales para que me devoren que no consumirme en luto continuo y perpetua tristeza, esperando no al marido sino a sus cartas. Esta es mi resolución, no tomada temerariamente ni por arrebato mujeril, sino maduradamente pensada. Escoge una de las dos cosas: o me cortas el cuello con la espada o consientes en lo que te pido." (Década 2)
Esta iniciativa tuvo además sus consecuencias pues animó a otras muchas mujeres a unirse a la expedición al nuevo mundo.
Según las investigaciones llevadas a cabo por Aram, el matrimonio tuvo nueve hijos, en orden de mayor a menor: Diego Arias (nacido en torno a 1500), Juan Arias, Beatriz de Bobadilla, Francisco de Bobadilla, María de Peñalosa, Catalina Arias, Isabel de Bobadilla, Arias Gonzalo y, por último, Elvira Arias.
Isabel permaneció con su marido en Santa María la Antigua de Darién hasta que en 1520 regresó a Castilla. A su vuelta trajo consigo la “Perla peregrina” pues el Archivo conserva el documento que certifica su venta a la Emperatriz. Falleció en 1539.